Leonardo Ramos del Pueblo del Río , un joven cazador de apariencia rústica y musculatura marcada, solo anhelaba casarse, tener hijos y calentar el lecho conyugal. Sin embargo, su reputación feroz lo precedía: hoy mataba un tigre, mañana un lobo feroz, y al siguiente día, cualquier transeúnte que cruzara su camino recibía sus bofetadas. Solo María, una mujer transmigrada, se apresuró a ingresar en la familia Ramos.