Lucía Castillo había sido una agente élite de Leytoa, pero en una misión fue atacada por el enemigo. Al despertar, descubrió que había viajado a la antigüedad. La dueña original era adicta al juego. Incluso quería vender a sus cuatro hijas para pagar deudas y maltrataba constantemente a su yerno Bruno. Para mejorar la relación con sus hijas, Lucía enfrentó a los matones, mató a un tigre con sus propias manos y con eso saldó deudas, compró tela y otros artículos. Gracias a todo esto, sus hijas poco a poco empezaron a aceptarla y a confiar en ella. Así, Lucía, junto con sus hijas y su yerno, inició el camino hacia una vida mejor.
El mismo día que Luis Ortiz, heredero de la familia Ortiz, volvió al país, fue acorralado por la prensa. Justo cuando su primo Mario Castro quería conseguirle una novia, Rosa irrumpió diciendo que Luis era su papá. Luis lo negó, pero Mario guardó un mechón de cabello para hacerle una prueba de paternidad. La madre de Rosa, Alicia Silva, ya estaba en prisión. Alicia le enseñó a Rosa a buscar a su verdadero padre. Luis creía que Alicia lo había traicionado por dinero. Pero con la ayuda de su hija, los malentendidos comenzaron a desmoronarse y un amor roto encontró su camino hacia la reconciliación.
Elena Luque soportó una década de tormento familiar hasta que conoció a Mateo Duarte. Al principio, solo lo usó para huir, pero su entrega absoluta la llevó a enamorarse. Unidos por el talento y el alma, juntos encontraron su propio amanecer.